2.12.09

PINCELADAS DE LA EXPO DEL 29

El jueves nueve de mayo de 1929 fue la jornada festiva para la inauguración de la Exposición Ibero-Americana. Fue un acontecimiento regio y fastuoso: guirnaldas, himnos, banderas, colgaduras, tapices, personajes.
La Expo tenía una superficie de 1.376.000 m2, poseía 117 edificios y un sin fin de espacio anejos de la misma. Contaba con un centenar de pabellones particulares (Gal, Neslé, Uralita, Ybarra, González Byass, Banco Central, Algodonera,...). Podía contemplarse un Barrio Moro, la Quinta de Goya, un Parque de Atracciones con una llamativa Montaña Rusa y un tobogán gigantesco. Varios restaurantes daban servicio a los visitantes. También contaba con una reproducción de la carabela Santa Maria, anclada en la Corta de Tablada.
"La iluminación artística del Parque Mario Luisa raya en el delirio de lo fantástico", decía un cronista. El gasto de luz en ese mes fue de 160.000 pesetas.
No faltaron magnas corrida de toros en la Maestranza, ni la visita del Graf Zeppelin. Se inauguró el estadio de la Exposición, que hoy muy modificado se llama Ruiz de Lopera y es propiedad del Real Betis Balompié. Un ferrocarril en miniatura que recorría el recinto hacía las delicias de la chiquillería: tenía cuatro trenes construidos por la Krupp alemana y cada uno arrastraba diez vagones.
LA GESTACIÓN
La historia de esta ilusión comenzó en 1909 con la celebración del festejo "España en Sevilla” donde las diversas regiones de la patria rindieron homenaje a la capital andaluza. Fue una "fiesta patriótica". Tras la fiesta se rindió un homenaje a don Luis Rodríguez Caso quien expuso una sugerencia: la celebración en Sevilla de una Feria Internacional hispano­ultramarina. Era el 25 de junio de 1909.
Sevilla contaba entonces con 150.000 habitantes y un presu­puesto municipal de cinco millones. Se creó un Comité de cinco personas que pasaron la inquietud al Gobierno de la Nación que tras diversas vicisitudes decide celebrarla en la Villa y Corte. Luego intervienen senadores, el comercio y la industria de Sevilla y volvió a su origen la celebración. Se fijó la inauguración para 1912. Todos apoyan la idea.
Otro problema fue su ubicación. Unos querían englobar en la Expo a toda la ciudad, otros soñaban con más de lo que ha quedado. Se convocó un concurso de proyectos y tres arquitectos presentaron los suyos ganando Aníbal González. Su proyecto planteaba cinco parcelas: Exposición Nacional de Arte, Industrias y Ciencias; Exposición de Estados Americanos; Instalaciones de regiones españolas; Sevilla histórica y tradicional y Parque de Atracciones.
Con tanto plan y tantos trabajos el año 1912 no pudo inaugurarse, ni en 1914 por el estallido de la I Guerra mundial., ni en el 1916 llegándose a un largo compás de espera.
Cambió de nombre: IBEROAMERICANA para dar paso a Brasil, Portugal y sus posesiones.
También se sustituyó al responsable. La Dictadura tuvo que acabar con tantas incertidumbres: José Cruz Conde se hizo cargo del Certamen para darle el definitivo empujón. La huelga de la construcción no faltó casi en vísperas de la inauguración. Los hoteles que se levantaron fueron buenos y magnos: Alfonso XIII, Cristina y Eritaña más algunos en localidades cercanas (Oromana en Alcalá de Guadaira). El pintor Bacarisas pintó el cartel anunciador del acontecimiento.