5.10.09

LA OBRA DE MURILLO EN SEVILLA I

Vamos a dedicar varios artículos para dar a conocer la obra de Murillo que permanece en Sevilla.
Bartolomé Esteban Muri­llo, nacido en Sevilla y bautizado en el mes de enero de 1618 en la parroquia de la Magdalena, que estuvo situada en el lugar que actualmente ocupa la plaza del mismo nombre, vi­viría prácticamente toda su vi­da en nuestra ciudad, en la que falleció en 1682, siendo vecino del barrio de Santa Cruz. Fue enterrado en la parro­quia del mismo nombre, también desaparecida, de la cual tomó la denominación la actual plaza perdiéndose sus restos mortales con el derribo.
En rigor, toda la pintura de Muríllo debe ser conside­rada de Sevilla, por haberla pintado aquí en su mayoría para iglesias y conventos se­villanos. Sin embargo el mo­tivo del presente artículo es el de ocuparnos de los cuadros de Murillo que aún que­dan en nuestra ciudad, que rondan los 50, cantidad que puede equivaler aproxima­damente a una octava parte de toda su producción conocida.
La popularidad de Murillo hi­zo que no hubiese museo o coleccionista importante que no quisiera contar entre sus cuadros con algún Murillo, siendo sus lienzos objeto prioritario en adquisiciones. Con todo, fue en la ocupa­ción francesa cuando Sevi­lla, debido a la rapiña a que la sometió el funesto Maris­cal SOULT, perdió parte de su riqueza pictórica y espe­cialmente cuadros de Muri­llo. Iglesias como la de San Jorge (del Hospital de la Santa Ca­ridad) o Santa María la Blanca perdieron para siempre obras del inmortal pintor, que confiscadas por el citado mariscal –al que no se puede negar su buen gus­to– fueron llevadas a Francia, regresando posteriormente algunas a España que se quedaron en Madrid y no re­gresando las más, pudiéndo­se hoy día contemplar en Museos extranjeros o colec­ciones privadas.
El motivo principal de que solamente conservemos una parte mínima de la obra de Murillo en nuestra ciudad se debe a la propia fama que Murillo tuvo entre sus coetá­neos y a la gran estima de su pintura que le mantuvo has­ta la primera mitad del S. XIX en un lugar de privile­gio, llegando a ser el pintor más universalmente conoci­do de toda España, superan­do incluso en popularidad a Veláz­quez. Tras un periodo en que se le minusvaloró, hoy día vuelve a tener un lugar preeminente en la historia de la pintura, debido en parte a la reivindicación de su obra que hizo Diego An­gulo con la publicación de su monumental obra sobre "Murillo".
A pesar de los avatares ya citados aún nos quedan en la ciudad un número importan­te de sus obras, tanto por ca­lidad como por cantidad. El amante de la pintura de Mu­rillo que quiera admirar su obra en nuestra ciudad debe dirigir sus pasos fundamen­talmente a estos tres lugares: Mueso de Bellas Artes, Cate­dral hispalense y Hospital de la Santa Caridad, concreta­mente a su iglesia y por ese orden.
Además de los lugares ci­tados, el fervoroso de Murillo puede contemplar dos cuadros suyos en el Palacio Arzobispal (La Virgen en­tregando el Rosario a Santo Domingo y La Inmaculada de Fray Juan de Quirós). Concretamente la primera de las obras citadas es tam­bién la obra más temprana conocida d el autor.
La iglesia de Santa Ma­ría la Blanca conserva también un cuadro de Mu­rillo, que representa La Ce­na, cuadro de una etapa tenebrista del pintor y en el que destacan las espléndidas cabezas de los Apóstoles y el propio Cristo. Esta iglesia contó con cuatro lienzos de Murillo pintados expresa­mente para decorar la iglesia y que fueron llevados a Francia, volviendo dos a Ma­drid (Museo del Prado) y res­tando las otras dos para siempre en el extranjero. Son pinturas que hacían re­lación con la advocación de la Iglesia y la fundación de la basílica homónima romana.
Por último, antes de dirigir­nos a los tres lugares citados como prioritarios para cono­cer los cuadros del pintor en Sevilla podemos admirar otro lienzo de Murillo que está en el Alcázar de Sevi­lla, titulado San Francisco Solano aplacando a un toro furioso. Para el profesor Valdivieso esta obra proce­dería del antiguo convento de San Francisco de Sevilla, convento que tuvo toda una serie de pinturas de Mu­rillo para decorar su claus­tro, narrando obras y mila­gros de frailes franciscanos y que también fueron confisca­dos y enviados a Francia. El hecho de que el cuadro cita­do no perteneciese a los co­locados en el claustro del convento pudo ser la causa de que aún esté entre noso­tros.
En un próximo artículo nos dirigiremos al Museo para conocer su colección pictórica murillesca.

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