Vamos a dedicar varios artículos para dar a conocer la obra de Murillo que permanece en Sevilla.
Bartolomé Esteban Murillo, nacido en Sevilla y bautizado en el mes de enero de 1618 en la parroquia de la Magdalena, que estuvo situada en el lugar que actualmente ocupa la plaza del mismo nombre, viviría prácticamente toda su vida en nuestra ciudad, en la que falleció en 1682, siendo vecino del barrio de Santa Cruz. Fue enterrado en la parroquia del mismo nombre, también desaparecida, de la cual tomó la denominación la actual plaza perdiéndose sus restos mortales con el derribo.
En rigor, toda la pintura de Muríllo debe ser considerada de Sevilla, por haberla pintado aquí en su mayoría para iglesias y conventos sevillanos. Sin embargo el motivo del presente artículo es el de ocuparnos de los cuadros de Murillo que aún quedan en nuestra ciudad, que rondan los 50, cantidad que puede equivaler aproximadamente a una octava parte de toda su producción conocida.
La popularidad de Murillo hizo que no hubiese museo o coleccionista importante que no quisiera contar entre sus cuadros con algún Murillo, siendo sus lienzos objeto prioritario en adquisiciones. Con todo, fue en la ocupación francesa cuando Sevilla, debido a la rapiña a que la sometió el funesto Mariscal SOULT, perdió parte de su riqueza pictórica y especialmente cuadros de Murillo. Iglesias como la de San Jorge (del Hospital de la Santa Caridad) o Santa María la Blanca perdieron para siempre obras del inmortal pintor, que confiscadas por el citado mariscal –al que no se puede negar su buen gusto– fueron llevadas a Francia, regresando posteriormente algunas a España que se quedaron en Madrid y no regresando las más, pudiéndose hoy día contemplar en Museos extranjeros o colecciones privadas.
El motivo principal de que solamente conservemos una parte mínima de la obra de Murillo en nuestra ciudad se debe a la propia fama que Murillo tuvo entre sus coetáneos y a la gran estima de su pintura que le mantuvo hasta la primera mitad del S. XIX en un lugar de privilegio, llegando a ser el pintor más universalmente conocido de toda España, superando incluso en popularidad a Velázquez. Tras un periodo en que se le minusvaloró, hoy día vuelve a tener un lugar preeminente en la historia de la pintura, debido en parte a la reivindicación de su obra que hizo Diego Angulo con la publicación de su monumental obra sobre "Murillo".
A pesar de los avatares ya citados aún nos quedan en la ciudad un número importante de sus obras, tanto por calidad como por cantidad. El amante de la pintura de Murillo que quiera admirar su obra en nuestra ciudad debe dirigir sus pasos fundamentalmente a estos tres lugares: Mueso de Bellas Artes, Catedral hispalense y Hospital de la Santa Caridad, concretamente a su iglesia y por ese orden.
Además de los lugares citados, el fervoroso de Murillo puede contemplar dos cuadros suyos en el Palacio Arzobispal (La Virgen entregando el Rosario a Santo Domingo y La Inmaculada de Fray Juan de Quirós). Concretamente la primera de las obras citadas es también la obra más temprana conocida d el autor.
La iglesia de Santa María la Blanca conserva también un cuadro de Murillo, que representa La Cena, cuadro de una etapa tenebrista del pintor y en el que destacan las espléndidas cabezas de los Apóstoles y el propio Cristo. Esta iglesia contó con cuatro lienzos de Murillo pintados expresamente para decorar la iglesia y que fueron llevados a Francia, volviendo dos a Madrid (Museo del Prado) y restando las otras dos para siempre en el extranjero. Son pinturas que hacían relación con la advocación de la Iglesia y la fundación de la basílica homónima romana.
Por último, antes de dirigirnos a los tres lugares citados como prioritarios para conocer los cuadros del pintor en Sevilla podemos admirar otro lienzo de Murillo que está en el Alcázar de Sevilla, titulado San Francisco Solano aplacando a un toro furioso. Para el profesor Valdivieso esta obra procedería del antiguo convento de San Francisco de Sevilla, convento que tuvo toda una serie de pinturas de Murillo para decorar su claustro, narrando obras y milagros de frailes franciscanos y que también fueron confiscados y enviados a Francia. El hecho de que el cuadro citado no perteneciese a los colocados en el claustro del convento pudo ser la causa de que aún esté entre nosotros.
En un próximo artículo nos dirigiremos al Museo para conocer su colección pictórica murillesca.
Bartolomé Esteban Murillo, nacido en Sevilla y bautizado en el mes de enero de 1618 en la parroquia de la Magdalena, que estuvo situada en el lugar que actualmente ocupa la plaza del mismo nombre, viviría prácticamente toda su vida en nuestra ciudad, en la que falleció en 1682, siendo vecino del barrio de Santa Cruz. Fue enterrado en la parroquia del mismo nombre, también desaparecida, de la cual tomó la denominación la actual plaza perdiéndose sus restos mortales con el derribo.
En rigor, toda la pintura de Muríllo debe ser considerada de Sevilla, por haberla pintado aquí en su mayoría para iglesias y conventos sevillanos. Sin embargo el motivo del presente artículo es el de ocuparnos de los cuadros de Murillo que aún quedan en nuestra ciudad, que rondan los 50, cantidad que puede equivaler aproximadamente a una octava parte de toda su producción conocida.
La popularidad de Murillo hizo que no hubiese museo o coleccionista importante que no quisiera contar entre sus cuadros con algún Murillo, siendo sus lienzos objeto prioritario en adquisiciones. Con todo, fue en la ocupación francesa cuando Sevilla, debido a la rapiña a que la sometió el funesto Mariscal SOULT, perdió parte de su riqueza pictórica y especialmente cuadros de Murillo. Iglesias como la de San Jorge (del Hospital de la Santa Caridad) o Santa María la Blanca perdieron para siempre obras del inmortal pintor, que confiscadas por el citado mariscal –al que no se puede negar su buen gusto– fueron llevadas a Francia, regresando posteriormente algunas a España que se quedaron en Madrid y no regresando las más, pudiéndose hoy día contemplar en Museos extranjeros o colecciones privadas.
El motivo principal de que solamente conservemos una parte mínima de la obra de Murillo en nuestra ciudad se debe a la propia fama que Murillo tuvo entre sus coetáneos y a la gran estima de su pintura que le mantuvo hasta la primera mitad del S. XIX en un lugar de privilegio, llegando a ser el pintor más universalmente conocido de toda España, superando incluso en popularidad a Velázquez. Tras un periodo en que se le minusvaloró, hoy día vuelve a tener un lugar preeminente en la historia de la pintura, debido en parte a la reivindicación de su obra que hizo Diego Angulo con la publicación de su monumental obra sobre "Murillo".
A pesar de los avatares ya citados aún nos quedan en la ciudad un número importante de sus obras, tanto por calidad como por cantidad. El amante de la pintura de Murillo que quiera admirar su obra en nuestra ciudad debe dirigir sus pasos fundamentalmente a estos tres lugares: Mueso de Bellas Artes, Catedral hispalense y Hospital de la Santa Caridad, concretamente a su iglesia y por ese orden.
Además de los lugares citados, el fervoroso de Murillo puede contemplar dos cuadros suyos en el Palacio Arzobispal (La Virgen entregando el Rosario a Santo Domingo y La Inmaculada de Fray Juan de Quirós). Concretamente la primera de las obras citadas es también la obra más temprana conocida d el autor.
La iglesia de Santa María la Blanca conserva también un cuadro de Murillo, que representa La Cena, cuadro de una etapa tenebrista del pintor y en el que destacan las espléndidas cabezas de los Apóstoles y el propio Cristo. Esta iglesia contó con cuatro lienzos de Murillo pintados expresamente para decorar la iglesia y que fueron llevados a Francia, volviendo dos a Madrid (Museo del Prado) y restando las otras dos para siempre en el extranjero. Son pinturas que hacían relación con la advocación de la Iglesia y la fundación de la basílica homónima romana.
Por último, antes de dirigirnos a los tres lugares citados como prioritarios para conocer los cuadros del pintor en Sevilla podemos admirar otro lienzo de Murillo que está en el Alcázar de Sevilla, titulado San Francisco Solano aplacando a un toro furioso. Para el profesor Valdivieso esta obra procedería del antiguo convento de San Francisco de Sevilla, convento que tuvo toda una serie de pinturas de Murillo para decorar su claustro, narrando obras y milagros de frailes franciscanos y que también fueron confiscados y enviados a Francia. El hecho de que el cuadro citado no perteneciese a los colocados en el claustro del convento pudo ser la causa de que aún esté entre nosotros.
En un próximo artículo nos dirigiremos al Museo para conocer su colección pictórica murillesca.
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